sábado, 24 de julio de 2010

Tear & gear



Ahí mismo donde escribo, leo, fumo, estoy muriendo; no recuerdo si fue hegel, o marx, camus o sartre quien lo dijo, si fueron los filósofos del eterno retorno a lo mismo, o un pordiosero adormilado bajo la banca de un parque urbano a quien el hambre impulsó a formular la irrevocable sentencia; acaso importa la autoría de esa verdad que nos equipara en el inexorable destino de encaminarnos minuto a minuto, todos al unísono, por la senda de la extinción, de forma lenta o acelerada, en pausadas bocanadas de humo de marihuana o de crack, en apacibles mares de alcohol, las noches eternas de insomnio bebiendo la sopa de techo, los días agónicos sin sonrisas (pues parece ser que la melancolía te acerca más al sobre del correo supraterreno); o a grandes zancadas, cuando la muerte se acerca con pasos de metralla, en un obús de napalm o un tomahawk, una lluvia de meteoros atómicos, un gas que pudra por dentro los templos santos de los miserables arrasados por la inacabable guerra, un cáncer que te come de adentro hacia afuera, una ridícula semilla de almendro; la muerte llegará, no matter what, y en cada cama, en cada closet, estará escondida la puta del vestido verde (como le llama calac), o el puto, como mejor convenga, en cuyo caso será algo parecido a un gnomo irlandés, que lo afirme quien lo sepa, ese creer que siempre habrá algo mejor esperando a la vuelta de la muerte. Será un error vivir con esa esperanza, para algunos una redención, una verdad a medias, tibia, que es lo mismo que una media mentira, certeza absoluta o relativa, eso no me importa. Entretanto, yo estaré atrincherado detrás de una copa de buen tinto, sin ninguna puta de vestido verde en el armario, viendo como unos llegan más pronto al final del camino sin que nada se pueda hacer para evitarlo mas que escribir torpezas para romper con la rutina de los domingos, algunas palabras para un entierro, que nunca hay un muerto malo ni bebés feos. Lo decía un graffiti en una calle anónima de san pedro y era como una condena abominable de esas extraídas del antiguo testamento: la fe es una confianza muerta. 

2 comentarios:

La mejor palabra es la que se dice