Créditos caricatura: Allan McDonald. Publicado en Rebelión, 14 Enero 2010
Introducción: conceptos básicos
El presente paper busca brindar un marco crítico-explicativo desde el concepto de la Gestión del Riesgo, para entender la catástrofe ocurrida en Haití el pasado 12 de Enero. La Gestión del Riesgo (GR), también llamada Gestión de los Desastres, parte del supuesto de que no existen desastres naturales. Esta paradoja no es difícil de resolver: en nuestras sociedades casi no hay fenómeno que no sea socialmente construido. Aún cuando los desastres pueden ser desencadenados por un fenómeno natural, el desastre se considera tal debido a que tiene un impacto devastador en un conglomerado social. De esta forma, una erupción volcánica que ocurra en una isla desierta no es considerado un desastre, es un fenómeno natural; en cambio, un terremoto como el de Haití es un desastre debido a que impacta profundamente una sociedad, pues provocó miles de muertes, devastó la infraestructura e impide el desarrollo "normal" de las actividades productivas y de subsistencia.
Es entendible que las ciudades sean más vulnerables a ser afectadas por un fenómeno y a sufrir desastres debido a la enorme concentración de personas en los centros urbanos (lo que se traduce en pérdida de vidas humanas) y de infraestructura productiva (caminos y carreteras, puertos marítimos y aéreos, instalaciones productivas como fábricas, talleres, etc.). La ciudad, como tal, se define desde la Sociología Urbana como la concentración de personas y de la infraestructura de producción (subsistencia) y servicios (vivienda, alumbrado y electricidad, telecomunicaciones, caminos, centros de salud y de educación, etc). A mayor concentración (o mayor densidad poblacional), mayor la probabilidad de enfrentarse a un desastre.
Habiendo aclarado que no existen los "desastres naturales", puedo pasar a la exposición de los conceptos que sustentan la GR. El primer concepto es el riesgo. Allan Lavell (1) define riesgo como "la probabilidad de daños y pérdidas", derivados de un fenómeno, sea este natural (terremotos, tsunamis, huracanes, tornados, etc.) o producido como una externalidad negativa de nuestras actividades (un desastre nuclear, por ejemplo). A su vez, el riesgo se genera por la conjunción de dos elementos: la vulnerabilidad y las amenazas. Lavell plantea que con el concepto de amenaza se refiere "a la probabilidad de ocurrencia de un evento físico dañino para la sociedad" (2). La vulnerabilidad refiere "a la propensidad de una sociedad o elemento de la sociedad de sufrir daño" (3). Pero no solo es la propensidad a sufrir daño, sino también las dificultades que dicha sociedad enfrentará a la hora de recuperarse del daño sufrido (respuesta al desastre).
Las amenazas, según una tipificación ofrecida por Lavell, pueden ser naturales (terremotos, huracanes, etc), socionaturales (vinculadas en gran medida al deterioro ambiental, aludes, inundaciones y sequías), tecnológicas (accidentes con gases tóxicos, accidentes nucleares); y sociales (terrorismo).
Las vulnerabilidades, independientemente de su representación, siempre son socialmente construidas (4). Lavell menciona seis tipos de vulnerabilidades, específicas del entorno urbano. Estás son, la concentración, la densidad y la centralización; la complejidad e interconectividad de la ciudad (asociada con las redes de telecomunicaciones, caminos, aeropuertos, sistemas de abastecimiento), la informalidad de la ciudad o la ciudad de los campesinos (explicado por el fenómeno de acelerada "desruralización del mundo" (5) y las expresiones del pauperismo urbano, precarios, círculos de miseria); la degradación ambiental urbana y la vulnerabilidad estructural (esta última está vinculada con las malas prácticas constructivas en las ciudades de los países pobres; el terremoto de México de 1985 es un excelente ejemplo de una sociedad altamente vulnerable en este sentido); finalmente, está la vulnerabilidad política e institucional, de la cual tenemos claros ejemplos en Costa Rica (el clientelismo que se desborda en la repartición de la ayuda a los afectados por el terremoto de Cinchona a principios del 2009 es el ejemplo más reciente).
El caso de Haití
Después de la tragedia ocurrida en Haití, y que sigue en desarrollo, los medios de comunicación se han empeñado en atestar la televisión y el internet con cientos de noticias, artículos y videos relacionados con el terremoto. Todo ese espectáculo, lleno de un cínico sentimentalismo, borra la realidad de la miseria que siempre se ha vivido en Haití, un país olvidado de todos, cero a la izquierda. Haití ha sido un país altamente convulso en términos políticos y cuya población padece una terrible miseria. Según el CIA World Factbook, Haití tiene aproximadamente 9 millones de habitantes, con un 47% de población urbana, su esperanza de vida ronda los escasos 60 años, la mortalidad infantil alcanza niveles muy altos: 59.69 muertes por cada 1000 nacimientos, 2.2% de su población es portadora del virus del SIDA (120 mil personas, aproximadamente), y su tasa de alfabetización es del 52.9% (sumamente baja). Estas estadísticas breves tan solo vienen a confirmar el escenario siniestro que se vive en Haití, un país en el cual el 80% de sus habitantes (unos 7.2 millones de personas, aproximadamente) viven bajo la línea de pobreza y un 54% vive en pobreza extrema, un país en donde no es extraño morir de inanición.
Es lógico que una sociedad con las características de Haití sea muy vulnerable a un desastre, encontrándose además en una zona de amenazas potenciales tales como los huracanes y los terremotos. Lavell (6) señala que existe una relación dialéctica entre las amenazas y las vulnerabilidades: no puede existir una sin la otra. Si no existen las amenazas no pueden existir las vulnerabilidades, y viceversa.
Créditos mapa: CIA World Factbook
El carácter político del desastre en Haití: la filantropía a la carga
Haíti ha sido siempre publicitado como un país perdido, un país que pareciera no pertener a América pues aquí "no somos así", no morimos de hambre, y aunque la mayoría de nuestras sociedades se ha desangrado en algún momento en cruentas guerras civiles, la gran mayoría de países de América no tiene conflictos civiles en este momento y algunos hasta presentan números alentadores en cuanto al desarrollo humano. Haití fue relegado al olvido durante mucho tiempo: sus niños muriendo de hambre son invisibles mientras las cámaras de CNN y los corresponsales de Reuters y AFP no transmiten al mundo su realidad.
Es difícil estimar cuánto necesitaría Haití para salir de la miseria antes del terremoto, y aún más, después de la tragedia. Después del terremoto, la llamada "comunidad internacional", comenzó a movilizar la ayuda, prometiendo jugosos cheques, tropas (para proteger a la población de "la anarquía", en otras palabras, de la rabia y el descontento social), ayuda alimentaria y médica, etc. La pregunta que planteo y que surge, sobre todo de la irritación que este espectáculo produce, es ¿hasta dónde llega nuestro egoísmo? ¿Por qué tuvimos que esperar que una desgracia como esta ocurriera para desplegar la ayuda y prometerles el santo y el moro a esos millones que hoy lloran a sus seres queridos mientras viven una perpetua incertidumbre?
No hablo en términos individuales, sino más bien de nuestras colectividades. Al 16 de Enero, estas son algunas de las "ayudas" (yo prefiero llamarles "gestos de filantropía") ofrecidas por la "comunidad internacional":
- Estados Unidos: 100 millones de USD, 10 mil soldados, un barco-hospital equipado con 12 quirófanos y 250 camas hospitalarias (USNS Confort), entre otras ayudas. (7)
- Alemania: 1.5 millones de euros (2.2 millones de USD) (8)
- Brasil: 15 millones de USD, tropas y ayuda humanitaria (9)
- FMI: 100 millones de USD (10)
- Banco Mundial: 100 millones de USD (11)
- Gran Bretaña: 10 millones de USD (12)
- España 4.3 millones USD (13)
Otros países, tales como Francia, Perú, Italia, Noruega, Dinamarca, entre otros, han enviado aviones y barcos militares con hospitales de campaña y médicos especializados, equipos de rescate, cientos de toneladas de alimentos y agua, plantas potabilizadoras, perros entrenados, etc. Es una pena que toda esta ayuda no se movilizó con anterioridad, sin un terremoto de por medio. Estoy seguro que si los países desarrollados asumieran un papel histórico distinto, ayudando a aquellas sociedades cuyas vulnerabilidades son harto evidentes, como en el caso de Haití (pero también Nicaragua y Honduras con la tragedia del huracan Mitch, o los estados pobres de los países desarrollados, como el caso del huracan Katrina en el Estado de Louisiana, Estados Unidos), no serían necesarias tantas muertes para abrir por un momento los ojos y hacer a un lado nuestro egoísmo.
Por el momento, parafraseando a E. Galeano (14), es imposible predecir esta vez durante cuánto tiempo Haití y su gente será visible.
Por el momento, parafraseando a E. Galeano (14), es imposible predecir esta vez durante cuánto tiempo Haití y su gente será visible.
Notas
1. Lavell, Allan. Desastres ubanos: una visión global. En: Centro Regional de Información sobre Desastres América Latina y el Caribe (CRID), http://www.crid.or.cr/crid/idrc/urbano.htm. San Salvador, Mayo 2002. Pp. 2.
2. Íbid, pp. 2.
3. Íbid, pp. 2.
4. Íbid, pp. 5.
5. Para un acercamiento histórico al proceso de "muerte del campesinado", ver: Hobsbawn, Eric. Historia del Siglo XX. Editorial Crítica, Barcelona, España. Séptima edición, 2004. Pp. 292-297.
6. Lavell, Allan. Desastres ubanos: una visión global. En: Centro Regional de Información sobre Desastres América Latina y el Caribe (CRID), http://www.crid.or.cr/crid/idrc/urbano.htm. San Salvador, Mayo 2002. Pp. 2.
7. Fuente: Reuters. Obama enlists Bush, Clinton to help Haiti. 14 de Enero 2010, en: http://www.reuters.com/article/idUSTRE60D5JO20100114
8. Fuente: Deutsche Welle. Germany rushes funds, rescue teams to Haiti. 14 de Enero 2010, en http://www.dw-world.de/dw/article/0,,5125543,00.html
9. Fuente: AFP. La ayuda internacional a víctimas del terremoto de Haití sigue afluyendo. 15 de Enero 2010. En: http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5jpy-8ncSciwcVEL-vC23o04bRzwg
10. Íbid.
11. Íbid.
12. Íbid.
13. Íbid.
14. Galeano, Eduardo. La maldición blanca. En: La Jornada, México. Lunes 5 de abril de 2004; http://www.jornada.unam.mx/ 2004/04/05/014a1pol.php? origen=opinion.php&fly=1
14. Galeano, Eduardo. La maldición blanca. En: La Jornada, México. Lunes 5 de abril de 2004; http://www.jornada.unam.mx/
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