1.
Un almendro:
una mano recorre el espeso
lomo del viento;
una cruz torcida sobre la playa,
un obelisco de la pachamama;
un hongo marino,
el liquen que adorna el pubis de la arboleda.
Una marea zoológica de pulpos y de ballenas,
una marea zoológica arrecia
desde el origen de todas las Eras.
El fin del mundo:
el vórtice devorador de todo mal,
el desfiladero salvaje
donde alucina en su sueño
la carabela atiborrada de frailes
el submarino atómico
los enemigos de Copérnico y Galileo.
2.
Un almendro:
Gulliver cuelga su hamaca,
trepan por el pubis las
hormigas humanas;
el sueño de un gigante
durmientes ferroviarios…
¿Cómo ve el cielo una lagartija?
¿Qué dirá dios a los abejones?
¿Cuál el sueño de la salamandra?
Galileo sólo calla
(yo conozco, sin embargo, fantasmas que hablan)
y hurga atento con su catalejo
nuestras artes amatorias,
el lecho colgando de
los huesos de almendro.
(Es deseo del gigante
que las hormigas conozcan la redención
de Morfeo).
Un cementerio:
una playa desierta de almendros
consume la estrella de la mañana.
Un juicio:
la absolutoria de todo ángel caído,
de todo artífice de catalejos,
de toda hermosa bruja de tiernos pechos.
(Es deseo del gigante
que la única pira ardiente sea esa
de tu sexo).
Un cementerio de arena,
el destello de vitrales
disueltos por la mano alcohólica de un turista,
un cangrejo profanado
un botadero de sueños
un almendro como tabla de cadalso,
una cruz para tus cálidos, húmedos orgasmos.
Un bamboleo de la marea zoológica
nos transporta al principio de las Eras,
donde sueño y realidad eran fe de lagartijas,
bocanadas de humo
suaves blasfemias.
Un bamboleo de la marea
y la savia de los cuerpos apaga
la hoguera de la bruja santa,
moja los sueños de Gulliver:
despierta
la mezquina envidia de las hormigas
que no duermen
y
tampoco
fornican.
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