miércoles, 9 de marzo de 2011

Lepra urbana

Cuántas descripciones de la ciudad pesan sobre la testa de los poetas. Cuántos periplos abyectos, sonámbulos o en vigilia, moviéndose atemorizados en aquel mosquero de calles y avenidas, entre el tropel de putas leprosas; cuántos fantasmas cabizbajos anduvieron los pliegues de tus cañerías, las venas de tu conciencia… ¡Maldita ciudad vociferante!
Cuántos pobres diablos se arrojaron de tus altos techos para beber sedientos de tu asfalto, para enlodar de sangre tu mugre adoquinada, para dejar una marca desesperada en tus anónimas paredes. Cuántos gritos ahogados por las incansables bocinas, cuantas vaginas lamidas por la pútrida lengua de los escaparates donde desfilan asépticas tus chucherías. Cuántas almas errantes atormentadas perennemente por el infalible e inmisericorde puño de la urbe de hojalata, cuanta cucaracha aplastada bajo los caites de tu civilización, bajo tus nubes de smog, bajo tu esperanza de alcantarilla. Cuántas de tus pocas flores fueron alimentadas por tu sol mortecino, por mi mal disimulado asco.

lunes, 7 de marzo de 2011

berrea puto

Yo cada día más enfermo de esta mierda que no me deja reír, que solo me deja disfrutar los simpson y la cama, el cuarto-claustro, los cuadros obstinados que cuelgan de maltrechos clavos, justo como cristo en el monte del aguacate, viendo a ver cómo se baja del palo sin nadie que le ayude.
Así pasan mis tardes, entre blasfemias inocentes y rápidas ojeadas al reloj hijodeputa que rige la existencia, no hay un solo recoveco de la vida que escape al moho todopudiente de la rutina, a su tedio omnipresente; y así ni Nietzsche te libera, todo el panteón de filósofos se trastoca en una fábula de mal gusto, con todo y la solemnidad de un polichinelas. Me va la vida en ello, los ojos apuntándole a la nada, y ni unas buenas nalgas distraen la trayectoria de la mirada que se extravía en el mismísimo pozo sin fondo de la absurdísima nada, tediosa, rutinaria. Así pasa la vida, con el amor deshaciéndose, pudriéndose en la boca, antes de poder ser enunciado, liberado, materializado. Así matamos toda esa dependencia ingrata, como esos demonios que hay que evitar invocar para que no estorbe su presencia las malas noches, esas que saturan de oquedad cualquier espíritu, por profundo que a simple vista se nos antoje. Así va la vida, quejándome como de costumbre, que hasta eso se vuelve rutina.